Algunos años atrás fui enviado por la compañía en la cual trabajaba, a un curso en la ciudad de Provo, en el Estado de Utah, Estados Unidos.
Era la segunda oportunidad que visitaría ese lugar, por lo cual tenía idea de lo que encontraría; una ciudad con un ritmo de vida muy lento, con ciudadanos muy amables y de rostros afables y centralizada alrededor de la religión de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones).
El curso en el cual me entrenaría para la utilización de alta tecnología informática, tendría una duración de tres semanas.
Asistí al curso con la emoción de conocer una nueva tecnología y resignado a la rutina que me obligaría la ciudad y mi situación (mis viáticos eran escasos).
Durante la primera semana logré relacionarme con un par de compañeros, que hacían la hora del almuerzo un poco más agradable.No obstante, al salir del curso no tenía más opciones que dirigirme al hotel a repasar el material visto, ver mucha televisión, cenar y dormir.
Para el final de la segunda semana, la sensación de aburrimiento era enorme.
Una ostra con claustrofobia...
Tercera semana. Noche de jueves.
Abrumado por la hemorragia de información que estaba recibiendo en el curso y atontado por la rutina nocturna, decidí bajar al pequeño restaurante del hotel y tomar cerveza hasta embriagarme, para luego dormir relajado.
Mientras caminaba por la recepción del hotel, escuché con gran asombro el coro de una canción..."Lloraras y lloraras sin nadie que te consuele y así te darás de cuenta que si te engañan duele ....". ¡Oscar D´León en Provo!. ¿Qué es esto?...
Inmediatamente desperté de mi letargo.
No lograba definir de donde provenía la música y le pregunté a uno de los chicos de la recepción... "Hoy es noche latina en la discoteca...", me dice. Le consulto si puedo entrar al lugar... "Si Usted es huésped, por supuesto...".
Raudo entré a la discoteca...
Un grupo de músicos y cantantes estaban sobre una tarima interpretando temas de salsa y merengue; mientras en una pequeña pista, algunas personas intentaban bailar tales ritmos.
Me senté en la barra y pedí algunas cervezas, mientras disfrutaba la música y me reía de los extraños movimientos que realizaban los inspirados bailarines.
El grupo toma un descanso y algunos de sus integrantes se acercan a la barra a solicitar bebidas, los oigo hablar entre ellos y por ciertas palabras claves, caigo en cuenta que son venezolanos.
Me animo y me acerco a preguntarles...
Me comentan que salieron de su país a probar suerte en la tierra del "sueño americano", y formaron un pequeño grupo especializados en música latina.
Sinceramente, no sabría definir la sensación... Un grupo de paisanos en aquel remoto lugar, que me habían salvado de mi aburrida noche, que hablaban mi idioma nativo, que conocían mis modismos, que tomaban cerveza conmigo y, además, eran músicos. ¿Qué más se puede pedir, en tal situación?.
Tal como lo tenía previsto, terminé la noche ebrio, montado en la tarima, cantando con ellos...
Confieso que no soy muy amante de la salsa; sin embargo, ese día aquellas estrofas fueron sonidos sublimes para mis oídos.
Uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde...
Foto: Artista urbano. Avenida Urdaneta. Caracas. Foto tomada con mi teléfono móvil.