sábado, agosto 18, 2007

Una Constitución para la constipación.



En 1999, en medio de una de las tragedias naturales más graves que haya sufrido el país, los venezolanos a través de un referéndum nacional aprobamos la actual y vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Por primera vez en la historia de Venezuela, una Constitución fue sometida al veredicto del pueblo y aprobada por más del ochenta por ciento de la votación.

Resultado de infinidad de consultas a los más diversos sectores sociales, políticos, económicos, etc.; la nueva Carta Magna introdujo profundos conceptos de inclusión ciudadana en el ejercicio de su soberanía, ampliando considerablemente los medios de participación. También se incrementaron los Poderes Públicos Nacionales, se reivindicó derechos fundamentales de los pueblos indígenas (los eternos olvidados), se acentuó el proceso de integración latinoamericano y, además, logró un sutil equilibrio entre la visión liberal y la republicana.

Para aquellos tiempos, la Constitución fue descrita como la más moderna del mundo. La que definitivamente propulsaría al país hacia un destino más humano, social y próspero…

Ocho años después, nos dicen que esta estupenda y casi utópica Constitución, no es suficiente; que es necesario modificarla para “dar más espacio al poder popular y la propiedad social”.

Los cambios expuestos se pueden clasificar en cinco áreas:

.- Reordenamiento político-territorial de la nación.
.- Mayor reconocimiento del poder popular.
.- Reestructuración de las Fuerzas Armadas.
.- Nueva concepción de la economía social.
.- Cambios en la extensión del periodo presidencial y posibilidad de reelección inmediata.

De todas las modificaciones presentadas, las más controvertidas son la referida a la disminución de la jornada diaria de trabajo a 6 horas, la reelección inmediata del Presidente y la relacionada con los nuevos conceptos de propiedad que se han incluido (tema aún no muy bien explicado y con muchas aristas).

A pesar que desde el sector gubernamental se habla constantemente de una simple “reforma de la Constitución”, algunas voces reconocidas indican que se están alterando principios fundamentales; por lo cual, sería necesario convocar al Poder Constituyente del Pueblo para aprobar o rechazar tales cambios.

Este anuncio, de cierta forma, sirvió para calmar las ansias de muchos sectores de la sociedad, disipar algunos temores y aplacar la gran cantidad rumores que se habían generado alrededor del tema; factores que fueron explotados constantemente por algunos extremistas opositores al actual gobierno.

Ahora la atención recae sobre la unicolor, oficialista y benevolente Asamblea Nacional, quien debe decidir si este será el único proyecto a evaluar o habrá puertas abiertas para otras propuestas y, además, las vías más idóneas para realizar tales cambios.

Y es que si de cambiar la Ley de Leyes se trata, tenemos una estadística muy contundente. A lo largo de nuestra corta historia republicana, hemos recorrido ese camino en más de 20 ocasiones.

Todas, han sido engendradas desde de los intereses más nobles, humanos y patriotas.

Algunas de ellas, han sido de objeto de estudio por académicos, juristas y expertos en derecho constitucional, a nivel mundial.

Pero también, todas han sido prácticamente letra muerta.

Casi 8 años después de ser proclamada nuestra actual Constitución por la Asamblea Nacional Constituyente; los problemas cotidianos de la población se mantienen esencialmente intactos, las persistentes diferencias sociales, lejos de estrecharse, se han incrementado y cada vez son más evidentes contradicciones entre la retórica de los operadores políticos (de cualquier bando) y la realidad que vive el ciudadano de a pie.

Desde mi ingenuo punto de vista, cambiar o modificar Constituciones no es sinónimo de un nuevo ciudadano, ni de una sociedad diferente. Tampoco garantiza “el derecho a poseer un módico bienestar económico y seguridad, a participar al máximo de la herencia social y vivir la vida de un ser civilizado acorde con los estándares que prevalecen en la sociedad…” (Thomas Humphrey Marshall).

Es como intentar curar un resfriado común, con un tratamiento de quimioterapia.

Esos cambios tan profundos, contradictoriamente, pasan por cosas más pequeñas, más tangibles y más cercanas a los individuos.

Foto: Paseo Los Próceres. Caracas

3 comentarios:

Tía Doc.- dijo...

El abuso de las florituras, parece ser uno de esos males que no reconoce fronteras...

Está muy bueno el post, porque (como dije en otras ocasiones) te permite acercarte a las realidades venezolanas, vistas por tu lupa, pero realidad en sí.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Buena entrada. Saludos

Carilisve dijo...

Hola!

Gracias Tia Doc, por estar ahi. Me alegro ue te hayas recuperado de la fiebre. Espero no haya afectado muchas neuronas.. jajaja.
Este tema de la Constitución tiene demasiada tela que cortar; hay demasiadas variables que considerar.
Se está hablando que para finales de Diciembre ya estaría culminado todo el proceso del cambio en la Constitución.
Percibo demasiada premura y eso me deja mucho que pensar...

Domingo, gracias por visitar mi sencillo blog.
Me di un paseo por el tuyo.
Está muy completo, vi que tienes algunos enlaces hacia temas gallegos y celtas (también tienes America Celta)