domingo, agosto 12, 2007

La ciudad desde lo alto.



Varias semanas atrás, mi hija me sugirió que fuésemos para el Ávila alegando que “tenía mucho tiempo sin subir…”. Fue tanta su insistencia, que logró convencernos a mi esposa y a mí.

Decidimos jugarle una broma, en vez de subir hacia el Pico Ávila o Pico Humbolt utilizando el teleférico, como hemos hecho en otras ocasiones; caminaríamos hasta la estación de guardaparques conocida con el nombre de Sabas Nieves.

Además de la pequeña broma, nuestra intención era que sintiera esa inexplicable sensación que genera subir paso a paso esa mágica montaña.
Ahora que está en una edad en la que está tomando consciencia de su entorno, estábamos seguros que esa experiencia sería muy gratificante.

Había pasado algunos años desde la última vez que mi esposa y yo, habíamos subido a pie.

Nos aprestamos, y en menos de una hora estábamos en el colorido pasadizo que conduce hacia el sendero que inicia la subida.

Inicialmente decepcionada porque no utilizaríamos la comodidad de viajar privadamente en el funicular del teleférico; nuestra hija se detuvo un rato, recorrió visualmente el ambiente que le rodeaba, observó con cierta intriga a la personas que presurosas pasaban a su lado conversando de diversos temas y, aún no totalmente convencida, comenzó a caminar hacia el empinado camino.

La observaba eventualmente tratando de descifrar sus emociones.

No pasó mucho tiempo para sufrir la primera caída. Graciosamente se levantó sin ayuda y, disfrutó el momento, soltando una gran carcajada.

Mientras subíamos por el rojizo camino, otro interés se fue apoderando de mis sentidos; comencé a detallar los rostros de las personas que subían o bajaban. Además, le prestaba atención a las ráfagas de conversaciones que pasaban por mis oídos.

Los rostros eran amables, alegres y afables. Algunos demostraban evidente cansancio pero, a la vez, satisfacción por el esfuerzo realizado.

Las sonrisas abundaban…

Las conversaciones, pausadas y tranquilas, giraban por los más variados tópicos; pero no recuerdo haber escuchado nada relacionado con los cotidianos temas políticos o sobre los problemas que comúnmente compartimos los caraqueños, rodeados de ruido, tráfico, contaminación e inseguridad.

Caí en cuenta que me estaba sorprendiendo, por algo que debería ser común... Personas amables, cordiales y sonrientes, conversando sobre sus temas particulares, compartiendo sin problemas un camino y disfrutando de la compañía de otros seres humanos.

La segunda caída de nuestra hija me devolvió la atención a ella. En esta ocasión los tres nos reímos un rato y seguimos el camino.

Llegamos a la Loma Serrano, donde está la sede de la estación Sabas Nieves, degustamos los tradicionales helados de mora, tamarindo, parchita (maracuyá) y limón, descansamos sobre la grama, observamos algunas aves, mi esposa escuchó música y retomamos el camino de bajada.

Eso es lo que logra hacer el Ávila por aquel que se introduce en él. Por eso es mágica…
Espero que mi hija también haya sido hechizada.


Fotos: Caracas vista desde la subida a Sabas Nieves y un funicular del teleférico.

1 comentario:

Tía Doc.- dijo...

Buenas!
Por lo que estoy viendo en las fotos del post y de los link... la niña debe tener buenos músculos ajajjaj Porque el camino que hicieron es largo no?? Impresionante!

Lo que decías de las conversaciones que entablan las personas en eso sitios, es cierto, yo observo mucho eso, también. Si estás en una parada de autobús, la típica charla consiste en hablar mal del tiempo jajajaj, en la ciudad entre ruidos y humo se mezcla la política, la economía. Y en sitios tan bonitos como en el que estuvieron ustedes, la vida cobra valor, te podés tirar a escuchar un poco de música (que seguramente ahí te suene mejor ajjaj), disfrutas del cansancio... como que todo cambia.
Lo mejor de esta vida, creo que es intentar buscar la magia que tienen las cosas.
Tu niña, seguro encontró esa magia, pero igual no te preocupes porque el dolor en las piernas le durará un par de días ajjaja

Del mundo de los blogs, algo que me gusta mucho es que a través de otros ojos, vas conociendo lugares que tus ojos al final desean conocer.
Un saludo.