sábado, agosto 25, 2007

Indelebles huellas.



La reciente controversia entre la jerarquía de la Iglesia Católica venezolana y la junta directiva de la Universidad Santa Rosa, inevitablemente, me ha hecho rememorar los años que viví en el Seminario Interdiocesano de Caracas Santa Rosa de Lima, actual sede de dicha universidad.

La típica pregunta que me hacen es : ¿cómo un tipo como tú, prácticamente agnóstico, pudo estudiar en un seminario?.

Si soy agnóstico o no... no lo puedo asegurar, porque la palabra, a pesar que siempre me ha resultado interesante, no describe exactamente mi posición en lo referente a religiones y creencias.

No obstante, de lo que si estoy totalmente seguro es que mi paso por el Seminario influyó notoriamente en mi forma de pensar y de ver la existencia.

En el Seminario tuve la enorme fortuna de compartir con seres humanos extraordinarios, personas que dejaron indelebles huellas en mi vida. Adicionalmente, me ofreció un nivel de estudios diferenciado de la educación promedio, me inculcó el análisis racional de la realidad (aunque suene contradictorio) y me permitió vivir muchísimas anécdotas algunas muy profundas, otras hilarantes y otras absurdas.

Ingresé los 11 años, más por la necesidad económica de mis padres, que por cualquier otra cosa.

La institución ofrecía la oportunidad de estudios de bachillerato, por una muy económica contribución mensual, que además podría ser casi mínima si obtenía algunas de las becas que se otorgaban.

Los requisitos pues sencillos... ser bautizado en la religión católica (obvio), haber tomado la Primera Comunión, ser varón (obvio también), aceptar estudiar varias materias extracurriculares, estar dispuesto a sacrificar los sábados en actividades propias del instituto y pasar el examen de admisión.

La selección de estudiantes solo se hacía para el primer año de estudios, no se admitían nuevos ingresos desde el segundo año en adelante, excepto los traslados provenientes de otros seminarios o algunos casos extraordinarios.

Al culminar el quinto año, el alumno decidía si continuaba los estudios en el Seminario Mayor, en cual formalmente se iniciaba la carrera para el sacerdocio, u optaba por aplicar a alguna universidad.

La idea de estudiar en un seminario, rodeado de sacerdotes y exclusivamente de varones no era de mi total simpatía; pero las dos "enormes" canchas de fútbol (¡con algo de grama!) resultaban un gran aliciente para un chico de 11 años, que siempre había pateado improvisados balones en calles y plazas.

Para gran sorpresa mía y alegría de mi madre, quedé seleccionado.

Iniciamos el primer año 120 alumnos. 20 culminamos el quinto año...

El personaje académico emblema del Seminario era el padre Richard Planchard. Un belga que además de ser sacerdote, era físico, matemático, químico y dominaba siete idiomas.

Fue nuestro estricto profesor de física y química. Gustaba de jugar bromas siempre orientadas a incentivar el razonamiento.

En una oportunidad me ofreció a oler una sustancia líquida, ingenuamente y sin ninguna cautela metí mi nariz en el frasco; lo siguiente que recuerdo es despertar rodeado de mis compañeros destartalados de risa y al padre Planchard diciéndome con una enorme sonrisa… “nunca haga eso en un laboratorio de química”.

Sus prácticas en los laboratorios eran de una calidad tal que, en ocasiones, algunos estudiantes de las principales universidades de Caracas asistían a ellas por el simple placer de verlo en acción.

Su sotana usualmente estaba corroída debido a los efectos de gotas de ácidos y otras sustancias que manipulaba con gran maestría. Nunca llegamos a conocer su verdadera edad, muy pocas veces ofició misa y tenía una frase para responder cuando la pregunta era obvia, "use la cabeza hijo...no está solo para tener cabello".

Siempre lo consideré un genio escondido detrás de un hábito.

Otra persona que recuerdo con especial afecto fue nuestro profesor de inglés.

Ciudadano irlandés, veterano sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial, gran jugador de ajedrez, políglota, fanático del fútbol y con una ferviente devoción a la Virgen María. Había dejado a su esposa, hijos y nietos en su país natal, para ofrecerse como misionero y, por azar de la vida, fue enviado a Venezuela.

Don Thomas combinaba las clases de inglés, con los relatos de lo vivido en la Guerra. Nos hablaba de miseria, de injusticias, de hambre, de muerte, de vida, de odios, de amor y de fe. Sus horas de clases eran de las más esperadas durante la semana.

El profesor Peraza  fue quizá el más jovial, el más alegre de todos y el mejor amigo de los estudiantes.

Profesor, contratado por horas, encargado de las cátedras de artes plásticas y otras materias relacionadas; tenía una visión de la educación algo adelantada para esos años. En muchas ocasiones no tuvimos clases formales, simplemente conversábamos de los temas cotidianos y lo entrelazábamos con nuestras experiencias y aprendizajes. Por esto particularmente sus clases me resultaban muy amenas.

Adicionalmente, el profesor Peraza estaba involucrado con casi todas las actividades extracurriculares que se realizaban, tales como el teatro, la coral, los grupos musicales, retiros espirituales, intercambios con otras instituciones, etc.

Con la continúa interrelación con esa variada gama de individuos y el constante contraste entre una evidente realidad y la formación que estábamos recibiendo, nuestro pensamiento crítico fue madurando muy rápidamente.

Nuestras preguntas comenzaban a ser incómodas la mayoría de las veces y las respuestas que recibíamos no eran totalmente satisfactorias, en muchas ocasiones.

Hago un paréntesis para comentar algunas anécdotas que quisiera compartir.

.- Había un sacerdote que poseía en su habitación gran cantidad de libros, revistas y documentos, algunos de ellos no se encontraban en la biblioteca principal. Siempre los ponía a disposición de los estudiantes que los solicitasen.

Un desafortunado día, nos informaron que el padre había fallecido después de un largo padecimiento...
Pasada la consternación y el riguroso luto, decidimos proponerle a la directiva del plantel que los libros que poseía el difunto sacerdote en su habitación, fuesen transferidos a la biblioteca principal. La respuesta nos dejó perplejos..."su habitación será clausurada con todas sus pertenencias"...

Argumentamos lo ilógica de la decisión, pero no serían un grupo de jóvenes quienes cambiarían las reglas y normas que por años han regido en este tipo de ambientes.

Días despúes, un pequeño grupo de estudiantes entramos a la habitación por un hueco de ventilación que habíamos descubierto en el techo, realizamos una selección de los libros que sabíamos eran necesarios para los alumnos, los sacamos y los colocamos en una especie de biblioteca clandestina que manteníamos dentro del plantel.

.- El Seminario también era el centro de acopio y distribución de los vinos que se utilizaban en muchas iglesias de las parroquias de Caracas.

Cierto día mientras realizaba los preparativos para una misa, noté que faltaba el vino y fui al depósito a buscar una botella y encontré que una gran cantidad de botellas eran prácticamente vinagre.

Reporté el caso al encargado, el cual me dijo una frase que me quedó grabada... "siempre pasa eso, almacenamos más vino de lo que podemos distribuir... hay que botarlas".

Recuerdo la indignación que sentí en ese momento.

Repliqué… "¡botarlas!...debe ser un dineral lo que cuestan todas esa cajas de vino... ¿cómo pueden permitir que esas cosas pasen?... ¡distribúyanlas a tiempo o compren lo justo!...". A los pocos segundos, reaccioné y pensé... ¡ahora si estas expulsado!.

No fui expulsado, ni amonestado, ni castigado, ni recriminado. Ni siquiera escuché una frase que mencionara lo ocurrido por el resto de mi estadía.

A raíz de ese hecho, eventualmente el monaguillo del mes era encargado de ubicar aquellas botellas que tuviesen más tiempo en el depósito y, entre cuentos y chistes, nos asegurábamos de salvar a esas botellas de su avinagrado final.

.- A mitad de quinto año, después de hacer muchas rifas, de haber realizado un par verbenas, de haber recolectado kilos de papel para vender a las empresas recicladoras y haber agotado otras vías para obtener fondos; nuestra contabilidad indicaba que no podríamos celebrar nuestra graduación según nuestros avariciosos planes.

Nos quedaba un recurso. Para aquella época, la televisora Radio Caracas Televisión emitía un programa llamado Viva la Juventud, en cual competían los colegios demostrando conocimientos y habilidades deportivas. El ganador se llevaba un gran premio en metálico, además había varios premios pequeños por cada tipo de concurso.

La cuestión no sería fácil. Las normas del Seminario eran muy estrictas en ese aspecto, además podríamos poner en peligro el prestigio de la institución, y eso eran palabras mayores. Sin embargo, después de muchas reuniones, negociaciones e insistencia logramos la aprobación para participar.

No solo ganamos el concurso en global, sino que arrasamos con todos los premios que se ofrecían por categorías.

Después de donar una parte del premio al Seminario y otra parte a un colegio de monjas, nuestra fiesta de graduación fue como la habíamos planificado.Todos nos fuimos de vacaciones para la Isla de Margarita ,por una semana con todos los gastos cubiertos.
Aún después de todo eso, sobró dinero y por consenso decidimos distribuirlo para nuestros padres.

Los 20 decidimos no continuar en el Seminario una vez terminado el bachillerato, todos logramos ingresar diferentes universidades y terminar los estudios.

El Seminario fue cerrado varios años después de nuestra graduación, pues no estaba cumpliendo su principal misión...generar sacerdotes. Hoy es una universidad....

PD. La televisión a color llegó muy tarde a Venezuela, no usen de referencia el video de Viva la Juventud para calcular la fecha el relato...
Foto: Plaza Juan Pablo II. Municipio Chacao. Caracas

sábado, agosto 18, 2007

Una Constitución para la constipación.



En 1999, en medio de una de las tragedias naturales más graves que haya sufrido el país, los venezolanos a través de un referéndum nacional aprobamos la actual y vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Por primera vez en la historia de Venezuela, una Constitución fue sometida al veredicto del pueblo y aprobada por más del ochenta por ciento de la votación.

Resultado de infinidad de consultas a los más diversos sectores sociales, políticos, económicos, etc.; la nueva Carta Magna introdujo profundos conceptos de inclusión ciudadana en el ejercicio de su soberanía, ampliando considerablemente los medios de participación. También se incrementaron los Poderes Públicos Nacionales, se reivindicó derechos fundamentales de los pueblos indígenas (los eternos olvidados), se acentuó el proceso de integración latinoamericano y, además, logró un sutil equilibrio entre la visión liberal y la republicana.

Para aquellos tiempos, la Constitución fue descrita como la más moderna del mundo. La que definitivamente propulsaría al país hacia un destino más humano, social y próspero…

Ocho años después, nos dicen que esta estupenda y casi utópica Constitución, no es suficiente; que es necesario modificarla para “dar más espacio al poder popular y la propiedad social”.

Los cambios expuestos se pueden clasificar en cinco áreas:

.- Reordenamiento político-territorial de la nación.
.- Mayor reconocimiento del poder popular.
.- Reestructuración de las Fuerzas Armadas.
.- Nueva concepción de la economía social.
.- Cambios en la extensión del periodo presidencial y posibilidad de reelección inmediata.

De todas las modificaciones presentadas, las más controvertidas son la referida a la disminución de la jornada diaria de trabajo a 6 horas, la reelección inmediata del Presidente y la relacionada con los nuevos conceptos de propiedad que se han incluido (tema aún no muy bien explicado y con muchas aristas).

A pesar que desde el sector gubernamental se habla constantemente de una simple “reforma de la Constitución”, algunas voces reconocidas indican que se están alterando principios fundamentales; por lo cual, sería necesario convocar al Poder Constituyente del Pueblo para aprobar o rechazar tales cambios.

Este anuncio, de cierta forma, sirvió para calmar las ansias de muchos sectores de la sociedad, disipar algunos temores y aplacar la gran cantidad rumores que se habían generado alrededor del tema; factores que fueron explotados constantemente por algunos extremistas opositores al actual gobierno.

Ahora la atención recae sobre la unicolor, oficialista y benevolente Asamblea Nacional, quien debe decidir si este será el único proyecto a evaluar o habrá puertas abiertas para otras propuestas y, además, las vías más idóneas para realizar tales cambios.

Y es que si de cambiar la Ley de Leyes se trata, tenemos una estadística muy contundente. A lo largo de nuestra corta historia republicana, hemos recorrido ese camino en más de 20 ocasiones.

Todas, han sido engendradas desde de los intereses más nobles, humanos y patriotas.

Algunas de ellas, han sido de objeto de estudio por académicos, juristas y expertos en derecho constitucional, a nivel mundial.

Pero también, todas han sido prácticamente letra muerta.

Casi 8 años después de ser proclamada nuestra actual Constitución por la Asamblea Nacional Constituyente; los problemas cotidianos de la población se mantienen esencialmente intactos, las persistentes diferencias sociales, lejos de estrecharse, se han incrementado y cada vez son más evidentes contradicciones entre la retórica de los operadores políticos (de cualquier bando) y la realidad que vive el ciudadano de a pie.

Desde mi ingenuo punto de vista, cambiar o modificar Constituciones no es sinónimo de un nuevo ciudadano, ni de una sociedad diferente. Tampoco garantiza “el derecho a poseer un módico bienestar económico y seguridad, a participar al máximo de la herencia social y vivir la vida de un ser civilizado acorde con los estándares que prevalecen en la sociedad…” (Thomas Humphrey Marshall).

Es como intentar curar un resfriado común, con un tratamiento de quimioterapia.

Esos cambios tan profundos, contradictoriamente, pasan por cosas más pequeñas, más tangibles y más cercanas a los individuos.

Foto: Paseo Los Próceres. Caracas

domingo, agosto 12, 2007

La ciudad desde lo alto.



Varias semanas atrás, mi hija me sugirió que fuésemos para el Ávila alegando que “tenía mucho tiempo sin subir…”. Fue tanta su insistencia, que logró convencernos a mi esposa y a mí.

Decidimos jugarle una broma, en vez de subir hacia el Pico Ávila o Pico Humbolt utilizando el teleférico, como hemos hecho en otras ocasiones; caminaríamos hasta la estación de guardaparques conocida con el nombre de Sabas Nieves.

Además de la pequeña broma, nuestra intención era que sintiera esa inexplicable sensación que genera subir paso a paso esa mágica montaña.
Ahora que está en una edad en la que está tomando consciencia de su entorno, estábamos seguros que esa experiencia sería muy gratificante.

Había pasado algunos años desde la última vez que mi esposa y yo, habíamos subido a pie.

Nos aprestamos, y en menos de una hora estábamos en el colorido pasadizo que conduce hacia el sendero que inicia la subida.

Inicialmente decepcionada porque no utilizaríamos la comodidad de viajar privadamente en el funicular del teleférico; nuestra hija se detuvo un rato, recorrió visualmente el ambiente que le rodeaba, observó con cierta intriga a la personas que presurosas pasaban a su lado conversando de diversos temas y, aún no totalmente convencida, comenzó a caminar hacia el empinado camino.

La observaba eventualmente tratando de descifrar sus emociones.

No pasó mucho tiempo para sufrir la primera caída. Graciosamente se levantó sin ayuda y, disfrutó el momento, soltando una gran carcajada.

Mientras subíamos por el rojizo camino, otro interés se fue apoderando de mis sentidos; comencé a detallar los rostros de las personas que subían o bajaban. Además, le prestaba atención a las ráfagas de conversaciones que pasaban por mis oídos.

Los rostros eran amables, alegres y afables. Algunos demostraban evidente cansancio pero, a la vez, satisfacción por el esfuerzo realizado.

Las sonrisas abundaban…

Las conversaciones, pausadas y tranquilas, giraban por los más variados tópicos; pero no recuerdo haber escuchado nada relacionado con los cotidianos temas políticos o sobre los problemas que comúnmente compartimos los caraqueños, rodeados de ruido, tráfico, contaminación e inseguridad.

Caí en cuenta que me estaba sorprendiendo, por algo que debería ser común... Personas amables, cordiales y sonrientes, conversando sobre sus temas particulares, compartiendo sin problemas un camino y disfrutando de la compañía de otros seres humanos.

La segunda caída de nuestra hija me devolvió la atención a ella. En esta ocasión los tres nos reímos un rato y seguimos el camino.

Llegamos a la Loma Serrano, donde está la sede de la estación Sabas Nieves, degustamos los tradicionales helados de mora, tamarindo, parchita (maracuyá) y limón, descansamos sobre la grama, observamos algunas aves, mi esposa escuchó música y retomamos el camino de bajada.

Eso es lo que logra hacer el Ávila por aquel que se introduce en él. Por eso es mágica…
Espero que mi hija también haya sido hechizada.


Fotos: Caracas vista desde la subida a Sabas Nieves y un funicular del teleférico.

miércoles, agosto 01, 2007

Anécdotas del Metro de Caracas


El lunes 30 de Julio, ocurrió el mayor accidente que haya sufrido el Metro de Caracas, en 24 años de servicio.

Un tren chocó con otro que estaba detenido en una estación. Una pasajera murió y un estimado de 9 usuarios resultaron lesionados.

No se descarta ninguna posibilidad en relación a las causas del accidente. Sin embargo, los mismos de siempre comenzaron a divulgar cualquier cantidad de rumores de teorías conspirativas.

Lo cierto es que el accidente obligó a restringir el servicio en algunas estaciones, y la ciudad de Caracas se mantiene colapsada.

En una ciudad con servicios de transportes insuficientes y con un serio problema de tráfico, el Metro es en muchas ocasiones la mejor vía para trasladarse.

Me puedo definir como un usuario frecuente del servicio.

Durante estos 24 años he visto y vivido casos que pasan desde lo gracioso hasta situaciones inauditas.

Intentaré comentar algunas de ellas, como ejercicio de mi memoria...

.- Un día Viernes, cerca de las 11 de la noche, entra al tren un pasajero en total estado de ebriedad; al no ubicar asiento decide quedarse de pie sujetado de la barra frente a dos mujeres que conversaban cómodamente sentadas.

Apenas el tren cierra sus puertas e inicia movimiento, la persona comienza a vomitar, como un grifo abierto, bañando a las damas de pies a cabeza.

Los histéricos gritos de las señoras, la molestia de otros pasajeros y el insoportable olor de aquella sustancia viscosa, provocó que ese vagón fuese desalojado en la próxima estación. Además, el causante fue detenido por las autoridades.

.- Acostumbro a utilizar un morral para trasladar mi computador portátil.

Mientras esperaba en el andén coloqué el morral en el piso.

Al momento de la llegada del tren, levanto el morral y, con el mismo impulso, trato de colocarlo en el hombro sin percatarme que un hombre de baja estatura estaba justo detrás de mí...

Recibió un impacto de tal magnitud que fue necesario trasladarlo al servicio de primeros auxilios.

Ni comentar las incontables explicaciones a los servicios de seguridad...

¿El computador? Intacto...

.- El día de la inauguración de la Línea 2, en la estación Mamera un señor de avanzada edad intentaba subirse a la escalera eléctrica.

Mientras era empujado e insultado por algunas personas ansiosas por disfrutar el nuevo servicio, trataba inútilmente de explicar que nunca había utilizado una escalera de ese tipo; sin embargo, la fuerza de la multitud pudo más y lo propulsó hacia adelante.

Como pudo, el aterrorizado hombre se sostuvo de los pasamanos. Aproximadamente a la mitad del recorrido, perdió el equilibrio y cayó, llevándose consigo a las otras personas que estaban detrás extasiados observando las instalaciones.

Afortunadamente, nada que lamentar.

.- En la estación Sabana Grande, me encontraba en el andén conversando con un compañero de trabajo.

Esa tarde la estación estaba prácticamente vacía.

Repentinamente, una persona llega corriendo y empuja a un hombre hacia las vías del tren. Al caer golpea la cabeza con uno de los férreos rieles y queda algo atontado.

Mi compañero corre a auxiliar a la persona. Intento no perder de vista al tipo, mientras me dirijo a la caseta de operadores a denunciar el hecho.

Llamo a uno de los operadores, le explico lo ocurrido y señalo al culpable...

¡Sorpresa!.. El operador corre hacia el lado contrario... Regresa en pocos minutos y me dice que lo perdió...

Los servicios de primeros auxilios atendieron al infortunado sujeto.

.- Los torniquetes de las entradas del Metro, tienen la altura exacta y precisa para golpearme en mis partes más nobles y delicadas; por lo cual siempre trato de estar al tanto de este hecho.

En una ocasión, distraído no recuerdo porque razón, me acerqué al torniquete y por breves instantes giré la cabeza para observar un aviso. Suficiente tiempo para que una dama que tenía mucha prisa, se me adelantase y atravesara el torniquete con velocidad y con mucha fuerza....

Lo siguiente que recuerdo es un gran dolor, mis brazos entre mis piernas y una persona que amablemente me preguntó que me había pasado...

.- Mi esposa y yo nos dirigíamos a casa. En una estación entran al vagón dos personas de terrible aspecto y peor léxico.

Desde su entrada comienzan a molestar a los pasajeros, entre ellos a mi esposa. Les expreso mi molestia por su actitud y me replican diciéndome que ellos eran expresidiarios, que estaban armados y que estaban celebrando "su libertad".

Un caballero les recrimina y recibe un par de golpes de los sujetos.

Muchos pasajeros decidieron bajarse en la próxima estación, entre ellos el caballero golpeado.

Mi esposa y yo optamos por sentarnos en otro lugar, mientras los individuos seguían con su hemorragia de insultos a diestra y siniestra.

En la siguiente parada del tren, al abrirse las puertas, un pelotón de policías entran liderizados por el hombre que fue golpeado dos estaciones atrás y detienen a los sujetos.

El caballero en cuestión era un empleado del Metro, que estaba en camino a su casa después de culminada su jornada laboral.

Hubo aplausos...

.- Un día, en la estación de Capitolio (una de las más concurridas), las escaleras eléctricas de los dos niveles estaban dañadas.

Una dama de avanzada edad se me acerca y me dice que no ella no puede subir las escaleras; además, tenía largo rato esperando a un operador y nadie la atendía.

Llevaba prisa y no podía disponer de tiempo para ubicar un operador que la ayudara; así que le propuse cargarla escaleras arriba hasta el primer nivel y ahí solicitara al personal designado para esos casos.

Extrañamente, la dama aceptó la idea y cargué su delicada humanidad hasta el primer nivel. Al momento de colocarla en el piso, me dice que esta muy cansada y quiere salir de una vez del Metro, que le haga el favor completo y la suba al otro nivel, hacia el exterior...

Esa es una de las salidas con las escaleras más largas de todo el Metro...

A medida que subía las empinadas escaleras, aquella ancianita se fue convirtiendo en un luchador de sumo...

Una vez en la calle, me agradeció reiteradamente y se despidió.

Hay muchas más anécdotas, pero esto está algo extenso.

Quizá para otra oportunidad.

Foto: Choque de trenes. Metro de Caracas. 30 Julio 2007.