jueves, abril 17, 2008

Salió el sol.

¡Por fin!.


Después de varios días, ofuscado entre la incomodidad de no disponer del servicio de Internet en casa, y ola de calor que está afectando a Caracas, decidí no esperar más e intentar solucionar el problema personalmente.

Con un poco de trabajo y algo de sudor, descubrí que la falla estaba a nivel de la acometida telefónica hacia mi residencia.

Estos días sin servicio me han corroborado la importancia que actualmente posee Internet, en el quehacer diario.

Mi hija se quejaba porque no podía buscar la información para las tareas que le asignaban en el colegio, o porque no podía "chatear" con las amigas o porque había "abandonado" a su mascota virtual.

Mi esposa se preocupaba porque no podía conversar con su hermana radicada en el extranjero, o porque no podía leer sus correos y revisar si su propuesta de trabajo había sido aceptada o no, o porque no podía extraer los documentos que diariamente utiliza en su trabajo.

Por mi parte, en las noches acostumbro responder aquellos correos que durante el día he obviado por exceso de trabajo, o ubico información relacionada con los problemas técnicos que se me presentan; además de mantener y revisar mi bitácora y visitar otras.

Sin embargo, estos días también validaron que en casa no sufrimos de IAD (Internet addiction disorder). Aquella teoría (¿o diagnóstico?) que a mediados de los años 90, fue expuesta por el psiquiatra Ivan Goldberg.

Mi hija logró hacer sus tareas con la ayuda de los polvorientos libros que están en casa, sus amigas no se molestaron porque no "chateó" con ellas y la mascota virtual "sobrevivió" a una semana de hambre.

Mi esposa recibió noticias de la hermana por otras vías, aún se mantiene a la espera del correo y, con un poco más de trabajo, logró realizar los documentos que necesitaba.

Yo respondí los correos, actualicé la bitácora y revisé algunas desde mi lugar de trabajo. Dediqué algunas horas fuera de mi "horario de trabajo" (por llamarlo de alguna forma decente), para indagar sobre los detalles técnicos que necesitaba solventar.

Si algo compensó estos días sin Internet, fue la posibilidad de extender algunos minutos más la sobremesa durante la cena, ayudar a la niña a lidiar con los libros para realizar las tareas, disfrutar algunas películas entre los tres "apurruñados" en el sofá o dedicarle una hora más a mi acostumbrado juego de raquet.

Pero ya estamos conectados al mundo otra vez...

PS: Apurruñado. Americanismo que significa apretar o estrechar algo.

Foto: Soleada y calurosa mañana caraqueña, tomada con mi teléfono móvil.

4 comentarios:

egamaga dijo...

Que bueno Carlos, que volviste a tu vida virtual, pero como dices no ha sido tan malo, ojala y no te vuelva a pasar, que de eso nadie da garantias..
feliz fin de semana
cariños
Ega y Maga

Anónimo dijo...

Un cambio de hábitos siempre viene bien.

Saludos

Yadire dijo...

Bueno bienvenido de nuevo, pero dejame decisrte que de todo lo escribiste lo que mas me gusto fue el ultimo parrafo, donde haces referencia a los beneficios de quedarte sin internet. Todos sabemos la importancia que tiene internet, pero aun mas sabemos la importancia que tienen la famila. Esa semana que compartieron todos juntitos y apurruñados en familia es oro, no las cambies nunca por nada ni por nadie. Un abrazote!

Azul... dijo...

Chamo, ¡bienvenido! ¡Gracias a Dios estás de veulta! ¡Es que yo no me acostumbro a no verte!!!

Un besote y feliz semanita :)