Dentro del ámbito del deporte nacional, el año 2008 será recordado como el año en que las selecciones nacionales de voleibol femenina y masculina, se clasificaron por primera vez a los Juegos Olímpicos.
El combinado masculino, en una impecable demostración, venció en su feudo al poderoso equipo argentino. Las féminas también realizaron una extraordinaria tarea al ganar su duelo ante el equipo de Perú, en suelo peruano.
En un país de donde el béisbol y el baloncesto acaparan las preferencias populares, el voleibol es considerado como un pasatiempo colegial, que por décadas ha estado a la sombra de las potencias regionales Brasil, Argentina y Perú (la última en el caso femenino).
Estos logros que enaltecen el deporte nacional y que deberían ser motivo de orgullo para todos los venezolanos, no podían escapar de la mezquindad de la polarización política que carcome todos los sectores nacionales.
Los medios de comunicación ofrecieron escasa cobertura de este hecho noticioso, que por demás es positivo. Durante la realización del evento, las informaciones que se suministraban enfatizaban los problemas e inconvenientes que tenían los seleccionados venezolanos, en vez de promover los avances que las jugadoras y los jugadores estaban obteniendo.
Incluso, sutilmente se han intentado minimizar tales victorias.
Particularmente, tengo la sensación que desde ciertos grupos, se deseaba fervientemente un fracaso de estas selecciones.
Por otra parte, desde el sector oficial se pretende obtener dividendos políticos de estos éxitos, promocionándolos como consecuencia exclusiva de la política deportiva de la Revolución Bolivariana; lo cual no es del todo cierto.
El verdadero impulso del voleibol venezolano data de 1992, cuando el técnico cubano José David Suárez tomó las riendas del seleccionado venezolano, estructurando la base del actual equipo y aportándole la innegable experiencia y capacidad que tienen los antillanos en el deporte.
En la rama masculina, varios de los jugadores son profesionales que participan en las más importantes ligas europeas; donde los niveles de competitividad les exigen las más elevadas capacidades técnicas y físicas.
Indudablemente, sin el apoyo y sin el aporte financiero de los entes oficiales, tales como el Instituto Nacional de Deportes y las federaciones, las selecciones nacionales no tendrían oportunidad de participar en este tipo de competiciones. Pero no debemos olvidar que su labor es esa y para eso fueron creados.
Ambas actitudes me parecen rastreras, porque más allá de sus evidentes intereses, el deporte en sí es un enfrentamiento, desde el punto de vista más sublime, entre dos o más personas, de igual a igual.
En el momento de la competencia, cuando la adrenalina está en estado de ebullición, cuando el sudor no logra enfriar el cuerpo, cuando los sentidos se agudizan y el corazón golpea contra las costillas, no hay espacio para otra cosa que el innato deseo de ganar.
Foto: Jugadores celebrando después del triunfo.
El combinado masculino, en una impecable demostración, venció en su feudo al poderoso equipo argentino. Las féminas también realizaron una extraordinaria tarea al ganar su duelo ante el equipo de Perú, en suelo peruano.
En un país de donde el béisbol y el baloncesto acaparan las preferencias populares, el voleibol es considerado como un pasatiempo colegial, que por décadas ha estado a la sombra de las potencias regionales Brasil, Argentina y Perú (la última en el caso femenino).
Estos logros que enaltecen el deporte nacional y que deberían ser motivo de orgullo para todos los venezolanos, no podían escapar de la mezquindad de la polarización política que carcome todos los sectores nacionales.
Los medios de comunicación ofrecieron escasa cobertura de este hecho noticioso, que por demás es positivo. Durante la realización del evento, las informaciones que se suministraban enfatizaban los problemas e inconvenientes que tenían los seleccionados venezolanos, en vez de promover los avances que las jugadoras y los jugadores estaban obteniendo.
Incluso, sutilmente se han intentado minimizar tales victorias.
Particularmente, tengo la sensación que desde ciertos grupos, se deseaba fervientemente un fracaso de estas selecciones.
Por otra parte, desde el sector oficial se pretende obtener dividendos políticos de estos éxitos, promocionándolos como consecuencia exclusiva de la política deportiva de la Revolución Bolivariana; lo cual no es del todo cierto.
El verdadero impulso del voleibol venezolano data de 1992, cuando el técnico cubano José David Suárez tomó las riendas del seleccionado venezolano, estructurando la base del actual equipo y aportándole la innegable experiencia y capacidad que tienen los antillanos en el deporte.
En la rama masculina, varios de los jugadores son profesionales que participan en las más importantes ligas europeas; donde los niveles de competitividad les exigen las más elevadas capacidades técnicas y físicas.
Indudablemente, sin el apoyo y sin el aporte financiero de los entes oficiales, tales como el Instituto Nacional de Deportes y las federaciones, las selecciones nacionales no tendrían oportunidad de participar en este tipo de competiciones. Pero no debemos olvidar que su labor es esa y para eso fueron creados.
Ambas actitudes me parecen rastreras, porque más allá de sus evidentes intereses, el deporte en sí es un enfrentamiento, desde el punto de vista más sublime, entre dos o más personas, de igual a igual.
En el momento de la competencia, cuando la adrenalina está en estado de ebullición, cuando el sudor no logra enfriar el cuerpo, cuando los sentidos se agudizan y el corazón golpea contra las costillas, no hay espacio para otra cosa que el innato deseo de ganar.
Foto: Jugadores celebrando después del triunfo.
1 comentario:
Está más que claro para cualquier persona sensata que la aptitud, el esfuerzo, el sacrificio, las ganas, son de los equipos y de sus respectivos entrenadores. En un país donde el apoyo al deporte y a las selecciones ha dejado mucho que desear siempre, es de locos que grupos políticos quieran atribuirse sus triunfos o que sectores febriles quieran minimizar un logro que, por demás, lleva sangre, desgaste y muchas ganas de hacerlo bien con pocos recursos. El deber de TODOS los gobiernos es apoyarlos moral y económicamente, velando porque se les de a los deportistas el impulso preciso para que nos dejen en alto en cualquier competición.
Excelente post, amigo mío!
Un besote!
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