Usualmente he sido muy renuente a celebrar todas esas fechas que los almanaques, año tras año, insisten en imponer con su monopolio del tiempo.
Más allá de lo evidentemente comercial; siempre he pensado, que dejar en manos de un calendario, muy convenientemente y rígidamente distribuido, el recordarnos algo tan profundo e intangible como el amor, el agradecimiento, la devoción, la admiración y el respeto por nuestros seres más queridos, es algo mezquino y demasiado simplista, para mi gusto.
Es como encerrar esos sentimientos en una cárcel, donde los barrotes son los días y el carcelero, el almanaque. Una vez al año, le otorgan una licencia que les permiten, a algunos de ellos salir para luego, de varias horas, regresar a su rutina penitenciaria.
Pero en esta ocasión, debo admitir que el domingo pasado tuve un día especial y muy emotivo, por diversas razones que coincidieron justo ese día.
La noche anterior me acosté muy tarde, casi en la madrugada, después de disfrutar algunas películas que tenía pendiente por ver.
Pasadas las 9 de la mañana, sentí los inconfundibles saltos de mi hija sobre la cama (primer regalo...), mientras me decía: "¡papi párate, anda al baño y lávate la cara que tienes muchos mensajes en tu celular!...".
Al salir del baño, más dormido que despierto, me topé con una gran bolsa. Detrás de ella, mi hermosa hija con una enorme sonrisa y su madre con cara de cómplice. Segundo regalo...
Dentro de la bolsa estaban algunas prendas de vestir, una afeitadora eléctrica, cremas de afeitar, un juego de peines y una bella taza adornada por una inspirada dedicatoria de mi hija. Tercer regalo...
La dedicatoria de la taza, es un regalo extraordinariamente especial y no la incluyo en el conteo.
Mi esposa se había levantado muy temprano para dejar la casa pulcra y evitar, así, que la ayudara como es nuestra costumbre los fines de semana. Cuarto regalo...
¡Una gran sorpresa! (quinto regalo...). Mi hija me preparó el desayuno. Un sabroso sándwich y un café.
Se que fue muy emocionante para ella, ahora con más edad le permitimos hacer algunas cosas en la cocina.
Mi esposa y mi hija habían planificado ir al club y pasar la mañana en la piscina, posteriormente, almorzar en algunos de los restaurantes; pero uno de esos inesperados cambios climáticos, alteró los planes. Su intención fue el sexto regalo...
Decidimos quedarnos en casa, escuchar algo de música, ver televisión, observar los nuevos trucos que nuestra hija hace mientras salta la cuerda y luego, al mediodía, almorzar en un restaurante cercano a nuestra casa, el cual solíamos frecuentar y hacía tiempo no visitábamos.
No es un restaurante de mucho lujo, aunque sí con muy buena comida. Representa algo especial para nosotros, pues fue el primer lugar donde mi esposa, mi hija y yo, nos sentamos a almorzar, un sábado si mi memoria no me falla, después de haber pasado por una etapa muy difícil, en la cual casi nos quedamos sin vivienda.
Afortunadamente, el restaurante estaba prácticamente vacío. Desconozco las razones, pero solo una mesa estaba ocupada.
La comida estuvo exquisita y opípara como siempre , la cerveza estaba en su punto...casi congelada y la atención de los mesoneros de primera. (Séptimo regalo...).
De regreso a casa, gracias a los avances de la tecnología de televisión por cable, tenía todos los partidos en vivo y directo, del último día de esta temporada de la Liga Española de Fútbol. (Octavo regalo...).
El control remoto trabajó horas extras esa tarde…
Cercano a las 5 p.m., y ya casi culminando la infartante jornada del fútbol, tocan el timbre de la puerta de la casa y llega nuestro ahijado, amado y querido como nuestro hijo varón. (Noveno regalo. Compartido por todos en casa).
Teníamos tiempo sin verle… Siempre amenaza con venir a visitarnos de sorpresa, pero últimamente sus ocupaciones escolares finalizando su bachillerato, las actividades propias de su edad y sus chicas, le mantienen la agenda algo ocupadilla.
Conversamos del fútbol, de sus estudios, de sus planes para convertirse en un futuro chef en España y varias cosas más.
Finalizamos, el día con una cena de sabrosas arepas de variados rellenos que solo mi admirada esposa sabe hacer. Conversando en la mesa de comedor y escuchando las miles historias y cuentos que nuestra hija acostumbra a relatar cuando estamos todos reunidos. Décimo regalo…
Diez regalos en un día… no puedo quejarme.
Un día casi perfecto.
Foto: La Taza.
martes, junio 19, 2007
Un día del padre.
Publicadas por Carilisve a la/s 11:51 p. m.
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1 comentario:
Hermosos regalos.
Estoy enterada del desastre que estan haciendo en la Tortuga publique algo sobre eso en un blog grupal en el que participo http://trazandocaminos.blogspot.com/2007/03/fin-de-un-territorio-virgen.html
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