“Prefiero caer en el Guaire que en la lengua de fulano de tal…”.
Así reza el dicho muy comúnmente utilizado por los caraqueños, cuando se refieren a una persona que tiende a difamar o acostumbrada a insultar a otros.
Realmente, caer en las aguas de este río debe ser una de las experiencias más espeluznantes que puedo imaginar. Además de correr el riesgo de ser arrastrado por su variable corriente y morir ahogado; en el caso que se logre salir vivo, el tratamiento antiséptico (externo e interno) que le deben aplicar al infortunado individuo, debe ser de los más poderosos que se conozcan.
Y es que el Guaire, en menos de 70 años, ha pasado de ser un río de aguas cristalinas y potables, al mayor receptor de todas las inmundicias que la Ciudad de Caracas genera.
Resultado de la unión de los ríos San Pedro y Macarao, por siglos el Guaire fue moldeando el valle de Caracas, abonando sus fértiles tierras y permitiendo el crecimiento de una exuberante vegetación, que colaboraba en el mantenimiento del característico agradable clima de la región; factor fundamental en el establecimiento de la ciudad.
Desafortunadamente, ha sido la silente victima del anárquico crecimiento de la capital del país.
Recorriendo la ciudad de extremo a extremo, su caudal se va incrementando paulatinamente, debido a los millones de litros de aguas negras que son vertidas en sus cauces. Adicionalmente, recibe toneladas de desperdicios sólidos provenientes de los cientos de construcciones que se han edificado en las cercanías de sus orillas.
Y como si esto fuera poco, es cada vez más frecuente observar a camiones cargados de escombros, vaciar su pesada carga en el río sin que ninguna autoridad intervenga para impedirlo.
A pesar de todo este aspecto desolador, el Río Guaire mantiene un ecosistema muy particular, donde sobreviven personas, algunos animales y una variada flora.
Niños abandonados, indigentes, drogadictos, delincuentes, enfermos terminales y hasta familias enteras, viven entre los matorrales, túneles, puentes y orificios que proliferan por todo el recorrido del río. Algunos logran construir improvisados refugios, otros viven simplemente a la intemperie, acostumbrados a la pestilencia que emana de sus aguas.
La fauna dominante, como es de esperarse, es aquella relacionada con los desechos y la basura. Las ratas, cucarachas y moscas abundan en millares.
Sin embargo, existen otros animales que asombrosamente habitan en los alrededores del río y varios que lo frecuentan. Alguno de ellos, pueden convertirse en alimento para las personas mencionadas anteriormente…
En ciertos lugares del Guaire, se observan grupos de garzas blancas paradas en áreas donde la corriente es leve. Se puede
deducir que algún tipo de alimento las atrae a esas áreas.
En sus mejores días, el río mantenía una diversa fauna fluvial, entre los que destacaba el Bagre loricárido del Río Guaire. Actualmente, es prácticamente imposible que algo sobreviva.
Algunas iguanas y ardillas, viven en los árboles que enmarcan al río en todo su trayecto. La primeras son muy buscadas por sus huevos y su carne, por lo cual usualmente están en lugares inaccesibles para los humanos.
Gran cantidad de zamuros se posan en las mañanas sobre árboles y postes de luz, calentando su cuerpo al sol y con sus ojos fijos en las riberas en búsqueda de alguna carroña que les sirva de alimento o de un descuidado nido de paloma.
Ocasionalmente, también se pueden encontrar grupos de guacamayas, loros y pericos.
La vegetación es quizá el aspecto que más resalta a la vista, cientos arbustos y de frondosos árboles crecen en la orillas de río. Es común encontrar especies frutales, tales como mangos, guayabos, cambures y mamones.
Toda esta especie de inframundo es invisible para muchos caraqueños, la mayoría tan enfrascados con los problemas cotidianos que no pueden permitirse tomar un tiempo y observar a su alrededor; otros simplemente no les interesa conocer de esta realidad, por más que el hedor golpeé sus narices.
En Diciembre del 2006, a alguien se le ocurrió la idea de cubrir con millones de luces un sector del río, como un regalo a la ciudad en la epoca navideña.
Ciertamente, con la complicidad de la oscuridad nocturna, el río se convirtió en un espectáculo muy hermoso, logrando despertar la atención de los habitantes de la ciudad; pero durante el día, la reveladora luz del Sol hacía vano el intento por maquillar y esconder la inapelable verdad de la gran cloaca urbana.
Ocasionalmente, el río indignado con tanta indolencia,
rebasa su cauce y amenaza con arrasar todo a su paso. Los más débiles y menos privilegiados sufren las consecuencias de su furia.
Millones de Bolívares se han invertido en infinidad de planes, proyectos, estudios, etc, etc... con la intención de devolverle al Guaire su “dignidad”, ninguno ha logrado su cometido y esos presupuestos monetarios, se han diluido como azúcar en sus aguas.
Ojalá se cumpla y los caraqueños podamos disfrutar de un paseo por sus orillas o hasta bañarnos en sus aguas.
Pero... solo me bañaré en el, semanas después que alguno de los políticos, representantes gubernamentales o contratistas, que aseguran su limpieza, lo haga y no sufra ninguna consecuencia en su salud.