El reciente asesinato del actor Yanis Chimaras a manos del hampa común (cada día más “común”), me hizo retomar el tema de la innegable, incómoda e ilógica polarización en la que se encuentra el pueblo venezolano, sus instituciones y sus formas de organización social.
Por un lado, grupos de férreos opositores a los sectores gubernamentales, y medios de información, alineados en la misma idea, intentaban por todos los medios posibles utilizar la muerte de un ser humano, para sacar algún tipo de provecho político de esta lamentable situación.
Por otra parte, gobernantes, dirigentes, sus partidarios y sus medios de comunicación, realizando patéticos cálculos, solo equivalentes a los realizados en física cuántica, donde mostraban cifras estadísticas las cuales insinuaban que las personas que han fallecido recientemente en hechos violentos, eran en su mayoría simpatizantes de su propuesta política.
En ambos casos, se pretende tapar el sol con un dedo, obviando intencionalmente que el problema de la delincuencia es realmente grave y que ella no discrimina ni la posición social, ni el nivel de educación, ni el color de la piel, ni creencias religiosas y, mucho menos, tendencias políticas.
No voy a entrar aquí a analizar las causas de la violencia de nuestra sociedad, porque ni soy sociólogo, ni experto policial, ni nada que se le parezca; además no es la intención de esta exposición. Solo pretendo resaltar, el tema de los constantes discursos y actitudes extremas a la que está sometida la población.
Cada actor aumenta su hermetismo, genera situaciones límites, impulsa a sus organizaciones a actuar como cajón de resonancia para ampliar conflictividad social, intentando modificar los patrones más básicos: defensa de la vida, convivencia en vez de discriminación, defensa de la verdad contra la mentira y solidaridad con el prójimo.
No obstante, desde mi humilde punto de vista, esta polarización conviene a ambos sectores y es una forma de distracción de las verdaderas crisis que enfrentan las mayorías. También resulta una vía idónea, para alejar al colectivo de los acomodos mutuos que están ocurriendo entre estos dos sectores del país.
Este es solo uno de los muchos casos, a los cuales se encuentra expuesta diariamente la sociedad venezolana, impulsándola con terrible fuerza hacia los extremos.
Por un lado, grupos de férreos opositores a los sectores gubernamentales, y medios de información, alineados en la misma idea, intentaban por todos los medios posibles utilizar la muerte de un ser humano, para sacar algún tipo de provecho político de esta lamentable situación.
Por otra parte, gobernantes, dirigentes, sus partidarios y sus medios de comunicación, realizando patéticos cálculos, solo equivalentes a los realizados en física cuántica, donde mostraban cifras estadísticas las cuales insinuaban que las personas que han fallecido recientemente en hechos violentos, eran en su mayoría simpatizantes de su propuesta política.
En ambos casos, se pretende tapar el sol con un dedo, obviando intencionalmente que el problema de la delincuencia es realmente grave y que ella no discrimina ni la posición social, ni el nivel de educación, ni el color de la piel, ni creencias religiosas y, mucho menos, tendencias políticas.
No voy a entrar aquí a analizar las causas de la violencia de nuestra sociedad, porque ni soy sociólogo, ni experto policial, ni nada que se le parezca; además no es la intención de esta exposición. Solo pretendo resaltar, el tema de los constantes discursos y actitudes extremas a la que está sometida la población.
Cada actor aumenta su hermetismo, genera situaciones límites, impulsa a sus organizaciones a actuar como cajón de resonancia para ampliar conflictividad social, intentando modificar los patrones más básicos: defensa de la vida, convivencia en vez de discriminación, defensa de la verdad contra la mentira y solidaridad con el prójimo.
No obstante, desde mi humilde punto de vista, esta polarización conviene a ambos sectores y es una forma de distracción de las verdaderas crisis que enfrentan las mayorías. También resulta una vía idónea, para alejar al colectivo de los acomodos mutuos que están ocurriendo entre estos dos sectores del país.
Este es solo uno de los muchos casos, a los cuales se encuentra expuesta diariamente la sociedad venezolana, impulsándola con terrible fuerza hacia los extremos.
Foto: Avenida Libertador. Caracas.