martes, marzo 31, 2009

Racimo de cambur.

Una cosa es que en Venezuela hay corrupción, que la hay y hay que combatirla y reprimirla; y otra cosa es que digan que Venezuela es el país más corrupto del mundo, sólo superado por Haití. Eso es mentira porque en Haití lo más que puedes robarte es un racimo de cambur.”

Esta infeliz frase corresponde a una declaración realizada por el Contralor General de la República.

Nada más y nada menos, que la persona que lidera el ente gubernamental encargado “del control, vigilancia y fiscalización de los ingresos, gastos, bienes públicos y bienes nacionales, así como de las operaciones relativas a los mismos.”

Desde que leí esta declaración he intentado descubrir que quiso decir el Sr. Contralor o al menos encontrarle cierto sentido; pero después de dos días que éste párrafo ha estado rebotando contra las paredes de mi cráneo, he decidido rendirme y olvidar el tema, pues debe ser que como no soy “Doctor”, ni economista, ni abogado… mi poco educado cerebro ,y en ocasiones con síntomas de agrafía, no llega a comprender tan trascendental símil.

Veamos el porqué de mis inquietudes….

.- Venezuela es, supuestamente, un país con más riquezas que Haití, por ende existen más posibilidades para que los funcionarios corruptos roben a diestra y siniestra.

Por eso... ¿es mentira que la isla caribeña tenga el primer lugar?. ¿Deberíamos ser nosotros los primeros?

Si un funcionario público venezolano tiene cuentas bancarias en monedas extranjeras, yates, avionetas, obras de artes, viste con costosos trajes, posee espectaculares casas y viaja sin límite de divisas alrededor del mundo; y muy por el contrario, el corrupto funcionario haitiano acapara racimos de cambur en el patio de su humilde casa, de verdad que... es injusto que nos roben ese primer lugar.

Muy injusto…

.- ¿Será que las cuentas en monedas extranjeras, los yates, las avionetas, las obras de artes, los costosos trajes, las espectaculares casas y los viajes alrededor del mundo son más fáciles de ocultar que un racimo de cambur?.

¡Claro!. El cambur se pudre y deja ciertas huellas, pero que bruto soy….

.- ¿La cosa de mayor valor que se puede encontrar en Haití es un racimo de cambur?.

Reconozco que nunca he estado en Haití… Tendré que realizar un viaje para cerciorarme sobre el costo de un racimo de cambur.

.- Quien hurta un racimo de cambur es un ladrón… pero el individuo que roba los recursos para construir un hospital, un colegio, una calle, etc., ¿qué es?.

Por supuesto, hay atenuantes… es que no soy abogado. Que pena…

No puedo comparar el robo de un racimo de cambur, con las insignificantes cosas como las que se han robado nuestros políticos y funcionarios públicos.

Insisto..., debo viajar a Haití para conocer esos racimos de cambur.

.- Si un racimo de cambur es la unidad de medición de los niveles de corrupción en Haití. ¿Cuál es su equivalente venezolano?.

Sinceramente, no logro imaginar el tamaño del racimo de cambur o las cantidades de los mismos.

Debe ser por eso que nuestros políticos prefieren realizar transferencias entre cuentas bancarias… es mucho más cómodo que cargar con un racimo de cambur a cuestas.

Es que hasta para eso son flojos estos tipos…

.- “Una cosa es que en Venezuela hay corrupción, que la hay y hay que combatirla y reprimirla”.

¿Cómo que “hay que combatirla y reprimirla”?. Es decir… ¡¿no se está haciendo?!

¿No sabe cómo hacerlo?.

Podría ir a Haití y evaluar como investigan a los acaparadores de racimos de cambur, quizá así, tendrá una idea de cómo hacer su trabajo.

.- “…otra cosa es que digan que Venezuela es el país más corrupto del mundo…”.

Vamos que no es para tanto… solo es necesario modificar la frase, algo así como… “Venezuela es un país corrupto”. Quitemos la connotación mundial al tema .¿Así le suena mejor? ¿Podría dormir plácidamente si la frase queda de esta forma?

Cómase un cambur haitiano, mientras piensa la frase…

Sinceramente estoy muy confundido con esta declaración del Contralor General de la República, quizá sus conceptos sobre legalidad, justicia, probidad y moralidad son tan sublimes que no logro comprenderlos.

Posiblemente, mientras el futuro Contralor realizaba sus estudios de Teoría de Estado, se topó con la frase de Meinecke, “El político lleva en la sangre una tendencia hacia el poder, sin ella no realizaría su cometido específico…” y cambió la frase para adaptarla a la realidad venezolana:

El político lleva en la sangre una tendencia hacia la corrupción, sin ella no realizaría su cometido específico…”.

Foto: Plantas de cambur a orillas del Río Guaire. Tomada con mi teléfono móvil.

lunes, marzo 23, 2009

Si él lo dice.

Para aquellos que no lo conocen, Richard Stallman es un mítico y brillante programador del Laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT (Massachussets Institute of Technology) y fundador del Movimiento de Software Libre.

Este movimiento apoya y promueve la utilización de programas de computación que se encuentren fuera del concepto de ventas de licencias de uso; vale decir, todo aquel software que no posea limitaciones y restricciones sobre la copia, distribución y modificación del mismo.

Particularmente, estoy de acuerdo con los argumentos sobre los cuales se basa la propuesta de software libre; especialmente considerando el punto de vista social y económico del uso de la tecnología. Sin embargo, no soy partidario de las posiciones tan radicales como algunas planteadas por los seguidores de este movimiento.

Desde hace algunos años, en Venezuela, existe un ferviente interés por el uso y explotación de este tipo de tecnologías, principalmente impulsado desde el sector gubernamental, quien inspirado en los términos de justicia social, democracia, desarrollo endógeno, reducción de brecha tecnológica y otra serie de consideraciones, ha emitido el Decreto 3.390 publicado en fecha 23 de Diciembre de 2004.

Este decreto exhorta a todos los entes de la administración pública a utilizar, en la medida de lo posible, software o programas desarrollados bajo los estándares abiertos.

En varias ocasiones, el Sr. Richard Stallman ha sido el invitado de honor a varias conferencias que se han dictado en el país en relación al tema; su presencia representa un impotante aval a este tipo de política, pues su palabra es considerada como una referencia válida y reconocida al momento de hablar sobre temas tecnológicos y sociales.

En días pasados, durante una entrevista se le preguntó sobre las sospechas existentes en relación al funcionamiento del sistema automatizado de voto en los Estados Unidos; su respuesta fue la siguiente:

Comparto esas sospechas. La votación debe hacerse en papel. No se debe confiar en las computadoras para votar, porque es muy fácil cambiar el programa... Estudiar el programa cuanto quieras antes de la elección no asegura que ése sea el mismo programa que está funcionando durante la elección. Si la máquina usa software libre, significa que el desarrollador y el fabricante no tienen un control superior al de la autoridad electoral, pero tampoco podemos fiarnos completamente de la autoridad electoral. Debemos rechazar el uso de computadoras en la votación, hay que votar en papel. Quizás algún día será diferente. Harán falta décadas de experiencia. En las elecciones debemos movernos lentamente y con mucha precaución.”.

Sin entrar en los pormenores políticos del caso y evitando odiosas comparaciones, sería muy interesante conocer la opinión del Consejo Nacional Electoral (CNE) sobre estas, extrañas y reveladoras, declaraciones del Sr. Stallman.

Recordemos que el CNE durante los últimos 10 años ha logrado automatizar el proceso de votación en un 100%.

Según lo mencionó recientemente su actual presidenta: “La seguridad y transparencia que ofrece el CNE se basa en diversos mecanismos que se ejecutan para garantizar que el sistema comicial es inviolable, además, la seguridad se basa en una serie de auditorías que se le hace al sistema electoral en todas sus fases”.

Foto: Electores frente a un centro de votación. Tomada con mi teléfono móvil.

sábado, marzo 07, 2009

Dos realidades.

Algunos años atrás, tuve la oportunidad de tener bajo mi cargo varios jóvenes que estudiaban el último semestre de ingeniería y requerían realizar una pasantía laboral, para culminar exitosamente sus estudios.

Uno de ellos era un joven destacado por su impecable récord de estudios, provenía de una prestigiosa universidad y su padre es un reconocido y honorable empresario.

En una ocasión debíamos realizar una demostración de un nuevo producto en la sede principal de un banco, ubicado en el centro de la ciudad capital; por lo cual, designé al joven pasante la tarea de preparar los equipos informáticos requeridos, coordinar el traslado de los mismos y contactar personalmente al responsable del área de informática.

Para sorpresa mía me informa que no sabía llegar al banco; a pesar de encontrarse en una de las esquinas más conocidas de la capital y, adicionalmente, muy cerca de la Casa Natal del Libertador.

Menciona que una vez, cuando era niño, lo llevaron a visitar y conocer la Casa Natal del Libertador; pero no había regresado a dicho lugar.

Con el mayor desparpajo me dice que él prácticamente no conocía el centro y el Oeste capitalino porque era muy “peligroso, feo y había mucha gente...”.

Intentando conciliar la situación y tratando de comprender al desubicado individuo, le indico que los equipos serían trasladados por el servicio de transporte de la empresa, sino deseaba conducir su automóvil hasta el banco, tomase el Metro ya que una estación esta a dos cuadras del banco; a lo cual me dice que él no utilizaba el servicio de Metro, porque “a veces olía mal...”.

Molesto por la actitud excluyente y casi prepotente del joven, lo relevé de dicha actividad.

Me preguntaba como un futuro profesional tuviese una visión tan distorsionada de la sociedad a la cual pertenece, y adicionalmente tuviese tantos prejuicios, a su corta edad.

Posteriormente, descubrí que su ignorancia de la geografía capitalina se extendía a hasta las fronteras de la nación, pues el cuasi-ingeniero limitaba su actividad social a frecuentar ciertos lugares exclusivos, disfrutar del club de playa del cual su familia era miembro y los periodos de vacaciones académicas, los pasaba fuera del país.

En otro escenario totalmente diferente, mientras formaba parte de un equipo de fútbol, conocí a un joven que era un extraordinario jugador de este deporte.

Destacaba por su habilidad goleadora, su velocidad y la frialdad con la que se desenvolvía en el campo. Era poco conversador y apenas compartía con el resto de los jugadores.

A pesar de su hermética actitud, poco a poco alcanzamos a lograr cierta amistad y fui descubriendo la realidad de mi compañero de juego.

Vivía en uno de los barrios más marginados de la ciudad capital. Miseria y violencia era la cotidianidad en su vida.

Prácticamente, no conocía la capital a pesar que nació en ella y nunca había salido de sus límites.

Usualmente, el entrenador lo recogía en un lugar de encuentro común, lo trasladaba hacia las canchas y finalizado el juego o los entrenamientos lo dejaba nuevamente en el mismo lugar.

Había abandonado los estudios antes de culminar la primaria. No le agradaba utilizar el Metro porque era “muy complicado” y no estaba acostumbrado a estar rodeado de “tanta gente”. Nunca había asistido a un cine. Conoció el mar durante su niñez, pero no había regresado aun cuando varios balnearios playeros se encuentran relativamente cerca del barrio.

Fuera del fútbol, su actividad cotidiana estaba centrada, casi exclusivamente, en el lugar donde habitaba.

A cambio de algunas monedas, ayudaba a los vecinos a cargar las bolsas de mercados por las empinadas y serpenteantes escaleras, únicas vías de acceso a las humildes casas que componen el barrio. También se ofrecía como cargador durante las eventuales mudanzas de sus vecinos. Ocasionalmente, trabajaba como obrero en un fábrica ubicada en las cercanías.

Las tardes de los domingos las dedicaba a las apuestas en las carreras de caballos, que para esa época, eran transmitidas a través de la televisión en señal abierta.

Con el transcurrir del tiempo, comprendí que el medio ambiente donde había nacido y crecido el joven, habían modelado a un individuo con graves problemas estructurales para relacionarse e integrarse plenamente a una sociedad que le resultaba ajena, pusilánime para intentar cambiar su situación y temeroso de lo desconocido; el fútbol era su única vía de escape a su realidad existencial.

Ambos casos, pueden representar los extremos de la asimetría de nuestra sociedad, capaz de generar individuos mutuamente marginados y desarraigados de los conceptos de integración social; por ende funcionalmente incapaces de comprenderse entre sí.

Fotos: Ciudadanos realizando trámites de documentos, en el centro de la ciudad. Tomada con mi teléfono móvil.